jueves, 20 de septiembre de 2012

¿Esto es una democracia?

 Desde hace no poco tiempo vengo observando un aumento del número de personas que creen firmemente que la actual situación política de este país dista mucho de ser la de una verdadera democracia. Ello está motivado por el sentimiento de profunda desafección que la ciudadanía siente hacia sus representantes políticos en las instituciones. Dicha desafección está motivada por un sentimiento de absoluto distanciamiento entre los intereses legítimos de la ciudadanía y los intereses de los políticos, y de los partidos a los que pertenecen y sustentan. La ciudadanía comprueba que independientemente de la filiación ideológica del político, una vez que ha llegado a la esfera de las instituciones democráticas, las utiliza y pervierte para hacer de estar un caldo de cultivo idóneo para sus ambiciones personales y materiales. Para ello no dudan nuestros representantes políticos de hacer uso graciable de los recursos públicos, gastando el erario público en suntuosidades destinadas a proporcionar suculentos beneficios a sus acólitos y seguidores. Creando un entramado de estructuras, negociados y empresas de diversa índole, con coberturas jurídicas y legislativas hechas ad hoc, para poder situar en ellas a sus afines, lacayos, familiares y sostenedores varios. Usando perversamente el modelo de descentralización autonómica para sus fines, y ocultando de miradas ajenas fiscalizadoras procedentes del Gobierno Central o de otras Autonomías, cada cual ha convertido su Autonomía en una suerte de Reino en el que hace y deshace a su antojo consumiendo cuantos recursos públicos le parece, realizando ejercicios contables mas o menos elaborados para ocultar lo que es ni mas ni menos que un expolio organizado del erario público con fines de enriquecimiento personal. En algunos casos se han elevado denuncias a instancias de diversos actores públicos de estos atropellos, con mayor o menor, la mayoría de las veces, suerte en su tramitación judicial. En clara connivencia con el poder político, el poder judicial no cuestiona la creación de leyes y la realización de actividades, que flagrantemente suponen un perjuicio para la comunidad y una malversación de caudales públicos. Dichas estructuras judiciales, que no actúan de oficio, y que deben ser impelidas por la actuación fiscal, permanecen impasibles ante la inacción de ministerios fiscales ligados a las voluntades políticas del Gobierno de turno, esperando una recompensa gratificante por su labor de perros fieles en forma de ascensos en la carrera judicial. Por parte de la política de los Gobiernos Centrales, no cabe si no calcar el mismo comportamiento que existe en las Autonomías, ya que con el mismo descaro se crean Secretarías, Consejos, delegaciones, y un largo etcétera de puestos para recompensar a los fieles seguidores y jaleadores. Esta situación de falta de sentido ciudadano de lucha por el bien común, se gesta en las estructuras de los partídos políticos, los cuales, con un féereo control del líder, fomenta la aparición de una pléyade de aduladores y pelotilleros de toda índole, donde escasean personas de intención recta y formación competente, y abundan inútiles y listillos, que saben rodearse de asesores muy bien pagados para que les solucionen la papeleta de las decisiones políticas. La democracia ni está ni se la espera en este sistema de partidos en el que fundamentalmente se valora la adhesión a la idea común expresada por el líder, y al que todos tienen aspiración de suceder. Nepotismo, corrupción y despilfarro son la bandera de los políticos que actualmente nos Gobiernan, independientemente del signo político que ostenten. Este sistema de partidos condiciona la organización y funcionamiento del sistema electoral que en nuestro país han desarrollado, destinado fundamentalmente a que se elijan partidos y no personas, esto desmotiva fuertemente las individualidades políticas y las hace desaparecer bajo la piña alrededor del líder y su idea única. Posteriormente, esta miríada de políticos elegidos democráticamente en las urnas, se comporta como si fuera un sólo hombre y una sóla voz, la de la opción política de su líder. Tanta división territorial y ajuste del numero de representantes por provincia, sólo sirve para elegir una sóla voz, la del líder del partido ganador del escaño. Cualquier disensión es castigada con la imposibiliadad de estar en la lista electoral del partido, así como la imposibilidad de presentarse a elección alguna debido a requerimientos de representatividad pre-electorales. Toda esta organización pseudo-mafiosa de los partidos, desarrollada por un proceso electoral restringido, con condicionantes claros que premian al partido más cohesionado, explica el por qué del resultado tan nefasto de su gestión de lo público.
 Surge la pregunta de qué podemos hacer frente a esto. Parece algo insalvable, revestidos de una falsa capa democrática, sólo en las formas, los políticos nadan como peces en el agua en estas estructuras de gobierno, blindando con Leyes y Decretos su paraíso. Pero pensemos fríamente, y veremos que árboles más grandes han caído. La historia de España está llena de situaciónes parecidas a la que vivimos ahora, y todas tuvieron un fín más o menos violento. Obviamente, el uso de la violencia está descartado, por las implicaciones de todo tipo que la hacen aborrecible. Pero lo que no debe descartarse es la capacidad del pueblo para hacer de un sentimiento de hartazgo hacia la clase política, el germen de una nueva forma de gobernar este país. Quizás debamos pensar que para producir este cambio deban ser políticamente sacrificadas ciertas instituciones o personas que representativamente muestran un compromiso demasiado grande con esta situación actual de la que queremos desembarazarnos. Esto no debe ser obstáculo para proceder, y con determinación, indicar a la clase politica dirigente que la representatividad democrática no está sólo en el sistema parlamentario tal y como nuestros políticos lo conciben. Existen y deben ser estudiadas y perfeccionadas, formas de interactuar entre los ciudadanos que seas capaces de llevar ideas a dicho Parlamento y ser aprobadas con el voto popular. Hoy día esto ya no es una quimera, incluso con el lento proceso de recogida de firmas ya seria posible llevar iniciativas al Parlamento, que por el mero hecho de su número de apoyos pasarían a ser Leyes. Para esto sólo hay que convencer a unos pocos políticos honrados, que estoy seguro que los hay, para abrir el camino a la democracia por representación directa. Una vez hecho esto, la modificación de los procesos electorales para que sean personales y no de partido, con mecanismos compensatorios o como se quiera denominar, la valoración de votos a nivel de circunscripción nacional o autonómica ponderada, el voto secreto de los diputados sin indicación alguna de su filiación, la representación territorial en los procesos de coordinación del Estado,... y muchos otros anhelos más, serían posible. Con este sistema se acabaría con las castas políticas, los líderes intocables, las herencias, los nidos de poder heredables, fomentándose la individualidad, la competencia, la honradez, la denuncia del corrupto, la transparencia. Todo esto no puede llegar a buen puerto sin que haya una verdadera reforma de la Administración Pública, fuertemente politizada, a la cual hay que "limpiar" de políticos que medran en su seno tomando decisiones para las que no han sido formados. Hay que reformar la Justicia y el tribunal Constitucional para que dejen de ser lacayos fieles de ningún político, para que no sea su mansedumbre un mérito para conseguir un futuro en la carrera judicial. Actuando de este mdo en cada una de las instituciones que tenemos, podemos convertirlas en verdaderas instituciones democráticas y no en lo que hoy son, un círculo de estómagos agradecidos a los políticos.

viernes, 3 de agosto de 2012

Reformar y no morir en el intento.

Esta entrada del blog pretende ser una visión muy personal de la situción que está viviendo mi país en estos momentos, cuando me refiero a él, me estoy refiriendo a España, sin particularizar o concretar ninguna parte de él. Lo primero que me viene a la cabeza es la profunda sensación de derrota e incapacidad que se respira en el ambiente. No hay ni un sólo atisbo de ilusión por lo que se hace, ni mucho menos por el futuro que nos espera. Cuando uno piensa qué futuro tiene por delante, y aún peor, el que tendrán sus hijos, se le ponen los pelos de punta y sólo se atreve a rezar para que las cosas no empeoren todavía más. Me pregunto, cómo hemos llegado a esta situación, cómo no nos hemos dado cuenta de que las cosas iban empeorando cada vez más y que lo que hacíamos no era ni lo adecuado ni lo pertinente al momento en que estábamos viviendo. Realmente veo a mi alrededor personas que han perdido cualquier tipo de ilusión, que con un cabreo interno enorme, culpan a los que tomaron las grandes decisiones de todo lo que les está pasando. Para empezar a tomar conciencia del por qué nos está pasando esta maldición bíblica a nosotros, hay que remontarse a los momentos en que esta maldición era sólo eso, algo que estaba escrito en la Biblia y que pasó hace tiempo a unos señores que hicieron una pifia contra el Todopoderoso. En esos momentos de euforia, cuando se ganaba dinero fácilmente, ya que abundaba el trabajo poco cualificado, bién pagado y a destajo, cualquiera tenía la posibilidad de ir a un banco y pedir un crédito para lo que le viniese en gana: Un coche, una casa, ir a Punta Cana, ... vd. pida y ya lo pagará en cómodas cuotas. Además, toda esta actividad supuso un chorro interminable de dinero a las Administraciones vía impuestos, de tal manera que también veían que se podían endeudar para construir todo los "necesario" para que sus ciudadanos, esos que les votaban, se sintieran bién tratados por sus autoridades. Cuando alguien ponía alguna "pega" a tanto endeudamiento, se le cerraba la boca, llamándole agorero, antipatriota, tonto, .... Unos, los menos, se forraron abundantemente a base de especular con el precio de materiales (vivienda y suelo), o de concesiones (urbanismo), otros, los menos, se conformaron con cimentar legalmente derechos a percibir materilmente o monetariamente sobre todo lo que se les ocurría: despido, asistencia sanitaria, social, educación, ect... Los políticos iniciaron una espiral incontrolable de gasto y contratacion de todo lo que se les ocurría, pues el dinero manaba a espuertas, comprometiendo a un futuro muy lejano el nivel de gasto. Todo parecía ir viento en popa, unos con sus pastones, otros con sus migajas, algunos con sus nepotismos y corruptelas,...Hasta que de repente, todo se fué a la mierda. Dicen que fué porque se prestó a quien no se debía, más de lo que se debía, que cuando se le dijo que lo devolviera, no pudo. Que al vender sus propiedades, el mercado se hundió, y lo que antes valia mucho, ahora no valía nada, con lo cual para nada valía seguir construyendo algo invendible, con lo cual, para qué hacían falta tantos obreros ganando un pastón trabajando a destajo. El caso es que debido a que unos dependen de otros, todo el castillo de naipes se derrumbó, y hasta el gato pagó las consecuencias de la debacle. Pero tranquis, el entramado legal que se creó para proteger toda esta euforia de crecimiento, dejó atado y bien atado el mantenimiento de estructuras sociales e indemnizaciones diversas, las cuales se empezaron a aplicar para que el Estado del Bienestar no se viera afectado. Con la esperanza de que esto fuera pasajero, se mantuvieron prebendas, protecciones sociales, planes de protección y ayuda,... por parte del Estado, pero claro, ya no entraba dinero a chorro en las arcas de este, sólo se sacaba, y cada vez el fondo se veía más cerca. En esta tesitura se decidió acertadamente que la solución a esto era endeudarse aún más, porque esto es algo coyuntural y el paso del iempo lo arreglaría sólo. Perdimos bastantes años pensando así, endeudándonos hasta las trancas sin hacer si quiera un mísero cálculo de hasta donde nos estábamos apalancando y a qué nivel. Nuestros inteligentes prestamistas, se empezaron a dar cuenta de que el dinero no fluía como antes y que cada vez, el principal y los intereses se multiplicaban exponencialmente, creciendo de manera imparable. Su única solución fué asegurarse un nivel de ganancias superior al que hasta ahora habían tenido, pues su temor era que el riesgo de impago se hiciera real. Nuestros políticos, pensando como siempre en la coyunturalidad de la situación, decidieron que una nueva imagen de los gestores del país haría que los prestamistas reconsideraran su actitud y pidieran menos intereses por los préstamos. Así que cambiamos al inútil de nuestro Presidente, por un tío capaz y responsable, serio y preparado. Craso error, las cuentas son las cuentas, y la economía es la economía, y ni con el tonto, ni con el listo, la economía produce un pimiento, no hay trabajo y no hay ingresos del estado vía impuestos. La realidad es que con buenas palabras los prestamistas no se conformaban, ni con promesas de vuelta a los buenos tiempos en un par de pestañeos. Es más los prestamistas se atrevieron a insinuar que la culpa de que la economía española se hubiera estancado era causa de su propia incapacidad de producir adecuadamente, de tener unas estructuras políticas extrañamente incongruentes llamadas autonomías, de una tendencia suicida a endeudarse más allá de lo razonable, de tener unos niveles de protección social excesivamente altos, de hacer grandes dispendios en infraestructuras de dudosa utilidad,... total que empezaron a lamentarse de haber prestado dinero a gente tan manirrota como nosotros. Ahora, a buenas horas, se dieron cuenta de su cagada monumental. cagada en la que estaban atrapados hasta las trancas y de la cual sólo podrían salir si se les devolvía el principal y sus apetitosos intereses. Pero claro, esperar a que el país se levante y empiece a producir, pagar impuestos y devolver deuda es un período de tiempo muy largo,y mientras tando hay que prestar al menos dinero para los gastos corrientes, que son muchos. Total, que hacen los cálculos y deciden que la mejor manera es que España entre en colapso, y eso suponga un rescate masivo por parte de los que tienen la pasta, el BCE, que raudo y veloz va a salir a ayudar a los prestamistas a cobrar, y cargarle su deuda a los Estados ricos de la UE. El problema es que los tozudos españoles no quieren caer, los Estados ricos no quieren ver caer sus bancos por falta de pago de España, pero a la vez es complicado explicar a sus ciudadanos que le van a llenar los bolsillos a unos usureros, sus propios bancos. Metidos en esta espiral, nuestro Gobierno ha tomado la política de los "gestos", cual animalico de un documental de "La 2", con la esperanza de que pequeñas reformas de un calado ínfimo en la inmensa maraña de entramados legales que resguardan la madeja política de este país, calme a los prestamistas. A la vez, dichas reformas deben ser hechas con la precisión necesaria para no liquidar el entramado político que vincula sin posibilidad de ruptura, a los políticos con la existencia misma de este país. Pero claro, a estos prestamistas ya no les engañan, tienen claro lo que quieren, su pasta, y saben que la única forma de conseguirla es tumbar a España. Muchos se preguntan, qué es lo que se puede hacer en estas circunstacias, seguir dando capotazos y mimica, o seguir reformando. En mi humilde opinión, realmente esta crisis es una Oportunidad De Oro, para reformar este país de una puñetera vez, sin tener la rémora de la posibilidad de no ser elegidos en las próximas Elecciones Generales. Para ello lo primero es nombrar un Gobierno de tecnócratas capacitados para hacer las reformas necesarias, con un plazo de 10 años para realizarlo, en los cuales, si bién pueden realizarse Elecciones Generales, dicho Gobierno será inamovible, mientras cumpla los objetivos de reforma previstos y se observen los resultados deseados, que no son otros que la recuperación del empleo, y el desarrollo económico y la reducción continuada de la deuda. Para ello, se debe empezar por desmontar el entramado legal que convierte a este país en ingobernable en base a la exitencia de CCAA que se comportan como miniEstados. Tras ello se debe reformar la estructura de protección social para que se base en la solidaridad común de TODOS, no sólo de los que trabajan, equiparando derechos sociales para TODOS, no sólo para los asalariados con representación sindical, los que reciben asistencia social o están jubilados. Se deben reformar las estructuras de gobierno local y provincial para que se subroguen a normativas de control estricto en materia de gasto y contratación. Se debe funcionarizar los sistemas de control de las remuneraciones políticas, desvinculando a estos de las decisiones de gasto que les implican personalmente. Hay que reformar el sistema de protección sanitaria para convertirlo en un sistema de niveles de asistencia basados en la eficiencia, no en la eficacia a cualquier precio. Hay que reformar el sistema de pensiones para que sea un 50% solidario y un 50% fondo propio del trabajador. Los programas de protección social basados en la solidaridad deben primar ante todo a los que solidariamente han contribuído a su existencia. Los programas de protección al desempleo deben desvincularse de su consideración de "derecho" y pasar a ser considerados un procedimiento reglado para la adecuación a la obtención de un puesto de trabajo con la mayor celeridad posible. La vinculación de las actividades políticas a la consecución de objetivos es algo que debe considerarse de obligatorio cumplimiento, el realizar promesas electorales y luego gestionar los recursos según les da la gana debe acabarse, una gestión clara por objetivos es la única que debe permitirse, y no será admisible desviaciones espúreas e injustificables que desvirtúen el objetivo a conseguir. Dichas malas prácticas, de no ser corregidas, serán constitutivas de delito y merecerán enjuiciamiento y castigo ejemplar. En mi humilde opinión, repito, es lo que se debería hacer, desde ya.